¿Cómo afrontar un divorcio?

“Cuando una relación se rompe, no es extraño ver surgir el odio en su lugar, circunstancia que nos da la impresión de una transformación del amor en odio”

 

Sigmund Freud

Debemos tener en cuenta que hay diferentes motivos por los cuales una pareja se separa, siendo el motivo de la infidelidad el que suele ser más traumático.

Hay otras situaciones, por ejemplo cuando la pareja se rompe por un tema de adicción o malos tratos, en que la separación es menos traumática y muchas veces un “alivio” para los hijos que se veían sumidos en un ambiente de caos, peleas y reproches permanentes.

“Eso no era vida” me comentó hace poco una niña de 9 años luego de un largo suspiro de alivio cuando le pregunté como se sentía con la decisión de sus padres de separarse.

Es muy triste comprobar, desde mi función como terapeuta de parejas y de intervención familiar, como donde antes había amor y respeto, ahora se instala el odio, el rencor y la sed de venganza, aunque por suerte esto no se da en todos los casos.

“Cuando emprendas un camino de venganza, será prudente que caves dos tumbas y no solo una”.

Esta frase, que se atribuye a Confucio, nos viene a recordar que la venganza no es un buen camino, podría darnos una sensación placentera de revancha pero ello es tan efímero no vale la pena el esfuerzo. Parece entonces que la respuesta esta en otra parte, ¿será en el AMOR?.

Que difícil, ¿verdad?, justo cuando toda mi energía esta condicionada por el miedo, el dolor, la rabia y/o la culpa ¿tengo que dar amor?.

No se trata de un “tengo” ya que esto sería una auto imposición y ya sabemos como solemos revelarnos los seres humanos a las imposiciones. Hablo mas bien de un “deseo dar amor”, porque aunque crea o parezca que es solo para el otro, ese amor me inunda también a mi mism@, el amor es la llave que me libera del dolor.

Joder Matías, ¿eso no será pedir mucho?, me preguntaba hace unos días una paciente. “Yo siento un profundo odio, un odio que no había sentido en mi vida. Quiero hacerle daño, ¿Cómo hago para transformarlo en amor?”. Pues pensando en que es para ti, le respondí.

Desde mi perspectiva personal entiendo y sostengo que el odio incluso nos vincula aún mas fuerte que el amor. Que curioso, ¿verdad?, nos vincula más a aquella persona de quien justamente deseo desvincularme.

El amor nos permite despedir, nos permite soltar y dejar ir, en cambio el odio no suelta, no logra dejar ir. ¿Sabéis por qué? … porque el odio se queda esperando una respuesta. Se queda a la espera de escuchar algo como: “Me equivoque”, “Tú fuiste en realidad mi verdadero amor”, “No es culpa tuya” o un largo etcétera.

Quizás sea mejor idea el caer en la cuenta de que esa respuesta nunca llegará, así que será mas productivo poder “soltar” y dedicar mi energía a mi presente y futuro.

Por lo general, si en la pareja no hay hijos, la toma de distancia, aunque a veces muy dolorosa, puede llevarse a cabo con más facilidad ya que las partes no quedan vinculadas entre sí de manera irremediable. En el caso de las parejas con hijos, ambos miembros de la pareja quedan “karmáticamente” vinculados para siempre desde su función de padres.

Cuando trabajo con una pareja con hijos que se ha divorciado, miro con atención a cada miembro de la pareja como seres individuales llenos de recursos para reconducir sus vidas hacia la felicidad. Miro también lo que fue su dinámica de pareja y, por sobre todas las cosas, miro a los niños de ese sistema ya que son, para mí, como las víctimas colaterales de un conflicto que no pidieron ni eligieron ni va con ellos.

Es muy habitual que, una vez recuperados del shock inicial de la separación o incluso antes de que esta se produzca, los padres se cuestionen acerca de los efectos que la ruptura pueda suponer para los hijos y surjan aquí muchas preguntas.